9/9/09

Ya baja. No de la Luna sino a la Luna.

¡Ya deja de pulular, hijo mío!
-Anda pues, ya comete tu tamal de azúcar. Se te va a enfriar.-
(y le hecha un tenedorazo de azúcar.)
-¿por qué a la gente grande le gusta la comida podrida?-
pregunté a mi madre con interés.
Ella contestó muy desconcertada y con la lengua atropellada:
-Pues... La elegancia, hijo.-
-¡Güacala!- le dije con repugnancia.
Viendo a los de allá alegrarse la vida con ese "deleite" tinto.
No sé ni que es deleite ni como se toma, pero cada vez que yo hago edificios o trompos con las fichas, las guardan diciendo que no es cosa para infantes.
Nuestro Chulo nos hace el Riqui Ran al llegar. Con un olor a cacahuate cocido y tabaco en la camisa nos hace cosquillas para acurrucarnos en nuestros tobillos como recién nacidos.
Mientras los rucos se divierten con sus juegos de apostar. Nosotros, unos con media y media nalga en el espacio y otros, colgando como changos del filo de la mesa redonda.
Armamos un rompecabezas de dinosaurios sin comprender como se hace, pero aún así, lo hacemos. Entonces nos despedimos para dar la vuelta unos años y llegar a la puerta de al lado, a dormir pues ya hace sueño.


nota: Falta perfeccionar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario