15/9/12

Banquetazo

Felizmente canturreaba el chaval por su barrio un tanto despacio, arrastrando los talones, haciendo fricción con cada paso (no siempre con la misma fuerza). Los unicos cambios de mayor influencia en el orden social eran las luces de los semáforos: que regulaban el desenfreno de las estampidas automotrices; y claro, la compra (a venta de menudeo) en la tiendita de la esquina de un paquete de galletas por ése tipillo. El joven abrió la puerta para salir de la tienda y, después de tirar el empaque de galletas vacio, se despertó.

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Alegremente canturreó un chaval por su zona a velocidad casi mínima. Frotó sus talones con el suelo dejándose caer un poco más, un poco menos. Las luces de los semaforos produjeron tensión en el ambiente al tratar de controlar la actividad motora (que era ausente) en los coches. Él terminó de comer las galletas que compró y andaba ingiriendo, y resbaló.

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Canturreando despacio, las luces cambiaron. Él comió unas galletas y luego cayó.

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Sobó la esquina achaflanada de la banqueta con la suela de su calzado, se produjo una caída involuntaria y se fracturó el craneo. Y así, hizo brotar, sin querer, su universo a las probabilidades de mundos posibles.

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Ya no despertó.

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