Soy tiempo, No presente.

La noche ya empezó a envejecer desde ya hace un rato.
Nunca supimos cuando, pues la conocimos ya vieja; llegó y ni nos dimos cuenta.
Sucedió que hoy me sentí joven, joven como los niños que saben,
que disfrutan con la conciencia y los sentidos.
Hoy me siento de ellos; no siempre me sucede.
Me brotó el gusto, como si no viniera de mi, como si no fuera yo el que decidió gozar, pero lo hago.
Disfrutar eso que no entiendo y que llamo `absurdo´.
Es dulce, lo suficiente para no caer entre la diabetes y el sinsabor.
Los torbellinos en `este´ momento no están; los demonios parecen algo ficticio.
Casi nada cambió, solo yo.
Ritmo que acaricia lo tímpanos.
Soy joven otra vez y la noche conmigo.

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Hemos envejecido, y ella (la noche) lo notó antes que yo.
Ya he caminado bastante, pero la montaña se ve del mismo tamaño que cuando empecé a andar.
Todavía no me interesa suficiente la política, de la vida no entiendo mucho, no me entretienen las actividades comunes que la gente hace, me gusta música caótica y dibujar sueños, recuerdos y `subconcientes´. Pienso demasiado y en los momentos menos oportunos. Tengo arranques de energía e ideas explosivas con ganas de llevarlas a cabo, son tantas que son difíciles de decidir por cuál(es) hacer. Estoy inundado de libros e información (no sé si conocimiento). La gente cada vez me entiende menos, ¿o será que me junto con gente que ya tiene distinta estructura mental y no puede? No sé qué soy y porque me comporto así. No creo que nos hayamos acercado a qué somos o qué no somos. Mucho a poco voy entendiendo cómo hemos llegado aquí y porque pensamos así. He descubierto muchas cosas y creo que lo único que quiero por ahora es saber qué quiero de la vida; me da todo menos respuestas claras; solo quiero una por ahora: qué haré de mi el resto de aquí hasta allá donde se me acabe el aliento. Sí, claro, vivir. ¿Pero qué, cómo y dónde vivir?